A principios de los siglos XVIII y XIX, floreció en Escocia una corriente filosófica centrada en la interacción humana, conocida como la escuela del Sentido Común. Thomas Reid, profesor de Filosofía en la Universidad de Glasgow, se erigió como la figura principal de este movimiento. Reid y sus contemporáneos desarrollaron una filosofía que contrastaba con los enfoques idealistas de pensadores como John Locke y David Hume. Estos últimos sostenían que “la mente humana está fundamentalmente moldeada por las impresiones y percepciones, sin características independientes de estos fenómenos.” Reid, en cambio, argumentaba que “los seres humanos poseen un conjunto de principios innatos y divinamente creados que sirven como punto de partida para la actividad intelectual.”
Según Reid, “los humanos son actores afirmativos en su propio destino, y no simplemente reaccionan a los fenómenos externos.” Este enfoque filosófico, que emergió en un contexto de desarrollo, unificación, crecimiento económico y conflicto religioso en Escocia, capturó el interés de los fundadores de Estados Unidos, que enfrentaban problemáticas similares a comienzos del siglo XVIII.
Muchos de los principios de la escuela del Sentido Común influenciaron la jurisprudencia estadounidense, especialmente en lo relativo al papel del jurado en los juicios penales y las presunciones legales sobre la admisibilidad de pruebas relacionadas con el carácter del acusado.
En términos simples, las leyes de los Estados Unidos asumen que los miembros del jurado están capacitados para aplicar su sentido común y evaluar lo que ocurrió y cuál era la intención del acusado, basándose en los testimonios y pruebas presentadas durante el juicio.
Thomas Reid también destacaba la importancia del juicio en la formación del pensamiento humano. Para Reid, el juicio es el proceso mediante el cual se aprueban o rechazan aspectos de una idea. Por ejemplo, Reid sostenía que, para concebir una idea (X), una persona primero debe definir qué es (X) y luego distinguirla de todas las demás ideas que no son (X). Este proceso activo permite que los humanos formulen juicios basados en su conocimiento y experiencias.
En el contexto mexicano actual, quienes subestiman al pueblo (la derecha) ignoran esta capacidad inherente al ser humano para discernir. El pueblo mexicano ha llegado a comprender qué representa la "X" en su realidad: la demagogia de la derecha radical. Y ahora puede distinguir la demagogia narcisista y derechista de todo lo demas que no es demagogia.
La revolución de pensamientos que siempre propuso AMLO es precisamente esto: que el pueblo identifique y rechace la manipulación política en favor de una verdadera democracia. Sin embargo, la derecha radical busca reducir esta búsqueda legítima de democracia a una simple oclocracia, argumentando que al pueblo Mexicano le falta el sentido común, una noción inherente al ser humano y con mas razon inherente a un pueblo con tantas raices culturales como el Mexicano.
Este prejuicio se ha reflejado claramente desde el 2008, cuando en México se aprobaron reformas para implementar un sistema penal acusatorio adversarial que excluyo la participación de jurados populares en los juicios penales.
Aquellos que ridiculizan la famosa frase del presidente saliente, “El pueblo no es tonto, tonto es quien piensa que el pueblo es tonto,” y cuestionan su fundamento, harían bien en analizar la filosofía de Reid. También convendría reflexionar sobre la oposición e hipocresia del embajador de EE.UU. a la reforma judicial mexicana, considerando por supuesto que en su país los jueces son elegidos por voto popular en algunos estados, y los jurados populares aún determinan la culpabilidad o inocencia en casos penales.
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